Pagan justos por pecadores

Luis padilla nos habla este jueves del Tenerife 68-69, de la despedida del ascenso en Badajoz y del fichaje de José Antonio Morín por el club pacense.

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El Tenerife 68-69 se despidió del ascenso en Badajoz. Y lo hizo de forma fea, víctima de una doble impotencia: la de ver cómo se escapaba un objetivo deportivo y la de padecer un arbitraje infame. Se había pasado todo el curso a remolque, siempre a contrapié en su camino hacia una meta que se consideraba irrenunciable... y ese día sacó a relucir todas las frustraciones. 

El desengaño venía de lejos. De hacía justo un año, cuando padeció un descenso traumático por culpa de una reestructuración salvaje. Quedó noveno en el grupo Sur de Segunda División y se fue a las catacumbas, a uno de los ocho grupos de Tercera División, convertido en uno más de los 160 equipos que competían en la categoría de bronce del fútbol español. Muy lejos de la élite y también lejos de equipos como Indauchu, Ilicitano, Onteniente, Alcoyano, Ferrol o Calvo Sotelo, que ese curso militarían en Segunda División.

Eso sí, en Tercera División, el Tenerife tenía que ganar sin bajarse de la guagua, imponer el peso de la camiseta y del nombre. Y blá, blá, blá... Algunos se lo creyeron. Los rivales eran el Quintanar, el Boetticher, el Plus Ultra… Contra esos tres equipos, por ejemplo, el Tenerife perdió en las tres primeras jornadas. Y de pronto se encontró con que era último en un grupo de veinte equipos en el que sólo el campeón tenía derecho a pelear por el ascenso o la promoción. El técnico, Carlos Galbis, duró nueve jornadas. Y el tándem Villar-Guiance, cinco más. Cuando le llegó el turno a Fernando Cova, el equipo era decimotercero y había que ir contrarreloj. En el Heliodoro lo ganó todo: trece partidos, trece victorias. Pero como visitante no sumó lo necesario. Y el 10 de mayo de 1969, en Badajoz, en cita adelantada a un sábado, se presentó ya sin margen para el error.

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Formación del CD Tenerife de la temporada 68-69

El técnico apostó de inicio por: Del Castillo; Godoy, José Luis, Molina, Morín; Lesmes, Cabrera, Manolo; Juanito, Sanjurjo y Gabriel. En la primera parte no encontró el gol y topó con Castillo Izquierdo, árbitro extremeño que ejercía más de extremeño que de árbitro. Quedaba la reanudación y podía llegar un tanto. A los diez minutos lo marcó Godoy, pero en propia puerta y tras falta previa de un rival. Los blanquiazules protestaron, pero no pasó nada. A veinte minutos del final, tras haber mostrado tarjeta roja a Sanjurjo “por juego peligroso”, expulsó a Cabrera por una supuesta agresión. Un gol en contra, dos jugadores menos y sólo veinte minutos por jugar. Los jugadores del Tenerife entendieron entonces que el triunfo era un imposible y rodearon al árbitro tras otra nueva acción polémica. Alguien fue un poco más allá: le sacudió una patada por detrás.

Fue Juanito, pero cuando el árbitro se giró vio a Morín. Y también lo expulsó. Y también le mostró tarjeta roja a Molina, “por ser el capitán y no controlar a los compañeros”, ¡aunque le permitió seguir en el campo! El Tenerife perdió 4-0 y el Comité de Competición sancionó a Cabrera, Sanjurjo y Molina con tres partidos de suspensión. Y a Morín le cayeron doce. El Tenerife no recurrió. Entendió que Morín estaba en la recta final de su carrera y que Juanito iba a ser vital al curso siguiente. Y José Antonio Morín Salazar se sacrificó por el club y por su compañero. Se fue a jugar al Tacoronte y, cumplida la sanción, fichó ¡por el Badajoz! Aquel día pagaron justos por pecadores.