Andoni Luis Aduriz (Mugaritz, Rentería, dos estrellas Michelín), a quien pude saludar en Madrid Fusión 21, me comentó en su día que “viajamos mucho y aprendemos para conseguir cauces, abrir rendijas que en las que aparecen marcos más amplios de competencias, de acciones, y de ahí se afianza la personalidad propia de entender la gastronomía y la cocina”, afirmaba en ese momento.Por entonces, junto a su equipo avanzaba decididamente en ensayos de I+D acerca de las golosinas y los chuches a nivel planetario (The Candy Project). Recordaba el cocinero vasco que se inflaba con los arsenales de regalices, pica-picas, chicles y unas pastillas de regaliz y caramelo de menta que nunca volvió a encontrar.
De esa forma, hasta se puede medir la relevancia económica, social y nutricional; por tanto, no se trata de demonizar a la industria sino de encauzar ciertos hábitos, según este chef, que constataba que las golosinas digamos tradicionales siguen conviviendo con las contemporáneas, globalizadas e industrializadas.
En ese territorio, aparentemente inocuo, se disputa parecida batalla que en el mundo de la alimentación.
Francisco Belín