Imagina que uno de los grupos musicales de tu vida (podría ser Guns and Roses) anuncia gira europea; imagina que tienes un alma gemela de novelería (en este caso mi primo Pedro) y que después de haberlos visto tocar en Bilbao te dice: “Erick compré entradas para verlos en julio en Paris”; imagina que gastas casi menos en los billetes de Rynair que lo te gastas en una tarde de tapas laguneras con unos amigos; imagina que realmente no es tan malo viajar en Rynair; imagina que tienes una amiga en París (Laura, ya he hablado de ella otras publicaciones de este blog) y que, aunque ella esos días esté en Gran Canaria, decide dejarte su piso a ti y a tu primo para la estancia; imagina que llegas un jueves y regresas al domingo; que el jueves, casi nada más aterrizar, decides ir al Sena; imagina que más que verano hace una tarde de primavera espectacular; imagina que te descalzas a la orilla del río, y que hablas con pausa casi de todo lo que se puede hablar en el mundo; imagina también que se prolongan los silencios, porque eres de esas personas (y tu primo) que sabes disfrutar de los silencios en esas tardes de primavera que tienen el sabor a sábanas de franela en invierno; imagina que con una regularidad de aproximadamente 30 minutos la vida te envía a Rober, posiblemente la única persona del mundo que vende quintos de Heineken helados al precio de 2 euros en París… y que entre charlas, silencios y cervezas va cayendo ante tus ojos un maravilloso atardecer en el Sena. Imagina que la vida es bella. Si lo imaginas, comparte. Yo voy.
Imagina un atardecer en el Sena
De cuando conocí a Rober, la única persona del mundo que vende cervezas heladas a dos euros a la orilla del Sena.
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