Manolo: goleador improvisado

Luis Padilla se detiene este sábado en la figura de Manolo 'el Paleta', un defensa de la vieja escuela.

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Santa Cruz de Tenerife - Tenerife, sábado, 18 de noviembre de 2017 ACAN - Manuel García Ferreira, conocido como Manolo 'el Paleta' (Tenerife, 1953), ocupó una plaza en la defensa del CD Tenerife durante ocho temporadas. En un tiempo en que la intimidación era una virtud en un zaguero, Manolo imponía respeto desde su aspecto: poblado bigote de carnicero, barba de dos días, melena desordenada, nariz de boxeador y mirada penetrante. El suyo era el aspecto de alguien que, si te pide la hora, le das el reloj. Un tipo con el que no quieres tener problemas.

Nunca fue alto, pero sí fuerte. Muy fuerte. Como una roca. Y rápido. Y pegajoso si era preciso. En definitiva, fue un gran marcador, que dominaba el juego aéreo y los espacios. Y que iba al cruce con todo. Sin reparar en gastos propios o costes ajenos. Y jamás se arrugaba. Ni en el ambiente más hostil. En más de un campo peninsular se las tuvo con rivales y aficionados. Y en esos casos, aplicaba la doctrina Martin Fierro: “No me digas cuántos son, sino que vayan saliendo”.

Viejos cronistas aún recuerdan como tras una invasión de campo en Logroño, esperó a los aficionados en el túnel de Las Gaunas y allí los fue 'despachando' uno tras otro. En cualquier caso, fue imprescindible para los técnicos que tuvo como blanquiazul, que no fueron pocos. Un compañero suyo que nunca ganó un premio al 'fair play', de esos que cuando entraba a un rival sólo veía balón y daños colaterales, lo define de forma cruda: “Otros los hacíamos por necesidad, pero Manolo pegaba por placer”.

“Igual que a unos les gusta tirar un taconcito y a otros regatear por diversión, 'el Paleta' disfrutaba cuando iba a ras de suelo y se llevaba a alguien por delante”, agrega. Y lo hacía con 3-0 a favor o con 0-4 en contra. Lo llevaba en los genes. Era su forma de intimidar. Para ese partido o para el siguiente. A veces también lo hacía a petición del Heliodoro, si un adversario hacía algún regatito molesto. Entonces, cuando la grada daba las indicaciones oportunas, llegaba Manolo y ajusticiaba al rival.

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Manuel García Ferreira.

El 18 de noviembre de 1978 los aficionados gritaron su nombre con pasión, pero fue para celebrar los dos goles que le hizo al Pegaso. En sólo cinco minutos y saliendo desde el banquillo. Olimpio Romero, que acababa de sustituir en la dirección técnica a Manolo Sanchís, alineó ese sábado a: Domínguez; Juan Miguel, Julio Durán, Aparicio, Navarro; Chiqui, Paco, Real, Román; Belmonte y Víctor. Mediada la segunda parte, Alberto suplió a Real en busca de mayor criterio. Nada que objetar.

Sin embargo, a un cuarto de hora del final, con un insuficiente 0-0 en el marcador, Olimpio quitó al ariete Belmonte para dar entrada a Manolo, un defensa. La bronca fue mayúscula. Al minuto, Manolo silenció al Heliodoro al aprovechar una falta lateral sacada por Paco Brito y cabecear a la red. Fue su primer gol con la camiseta blanquiazul. Cinco minutos después hizo el 2-0 al rematar esta vez un servicio de Alberto. Sólo haría cuatro goles más con el Tenerife.

Por el camino, celebró un ascenso a Segunda División en 1983 con José Ramón Fuertes en el banquillo. Dos años después se fue al Icodense y luego al San Fernando. Y en los años noventa aún jugaba en el Atlético Arona. Y lo hacía con su bigote de carnicero, su barba de dos días, su melena desordenada, su nariz de boxeador...