“Quien escribe no puede dejar de buscar caminos hacia las personas”

Iván Méndez González es poeta, ensayista e investigador especializado en neurofenomenología aplicada al estudio de la creación, recepción y enseñanza de la literatura.

Guardar

Featured Image 23169
Featured Image 23169
Iván Méndez González es poeta, ensayista e investigador especializado en neurofenomenología aplicada al estudio de la creación, recepción y enseñanza de la literatura. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de La Laguna (Tenerife, España), con Premio Extraordinario Fin de Carrera; Estancia de Investigación en la Freie Universität de Berlín (2007); Maestría en Literatura Hispanoamericana y Teoría de la Literatura por la Universidad de Salamanca (2012-2013), con una tesis sobre Rafael Cadenas; Doctorado en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México con una investigación en Neurofenomenología aplicada a la poesía. Miembro del Instituto de Neuroartes, fundado y dirigido por Luc Delannoy, y Coordinador de las actividades del Instituto de Neuroartes en México. Colaborador de la revista web Vallejo & Co. Coordinador del ciclo “Lectura en voz de sus autores” (con sede en la librería Herder México, 2018). Ha participado como poeta invitado en el Segundo Festival Internacional de Poesía “José María Heredia” (Estado de México, septiembre 2018). Ha impartido docencia en instituciones universitarias de Alemania, Perú, España y México. Coorganizador del ciclo de lecturas “Al final del verano, al final del invierno: dos poetas canarios en México”, que ha formado parte del World Poetry Movement, WPM.

Ha publicado su obra creativa y académica en revistas como Ínsula, Revista de Occidente, Anuario del Instituto de Estudios Canarios, Horizonte de la Ciencia, Desde el sur, Nudos, Quimera. Revista de Literatura, La Otra, La Raíz Invertida, Espacio Luke, Letralia, Círculo de Poesía, El Coloquio de los Perros, Revista Literaria Taller Igitur o Cuadrivio. Artículos y ensayos suyos han aparecido en los libros Im/pre-visto. Narrativas digitales (Fundación Telefónica/Ariel/Universidad Iberoamericana, 2016), #Nodos (Next Door Publishers, 2017) o Decir. Diferir. Contradecir Metamorfosis del poder y la resistencia en la literatura (Universidad Iberoamericana Puebla, 2019). Y es autor del estudio introductorio, selección y notas de La palabra todavía. Antología de textos en prosa de Rafael Courtoisie (Universidad Iberoamericana, 2018).

-Las islas tienen una tradición cultural marcada por el Atlántico y las influencias de Europa, África y América ¿Qué recuerdos conserva de su etapa como estudiante en la isla y qué representa el paisaje del municipio de Candelaria para tu imaginario personal como poeta?

Recuerdo, sobre todo, a las personas en cuya cercanía fui formándome. Siempre estaré agradecido a Andrés Sánchez Robayna, quien fue esa primera persona a la que puedes llamar maestro con las primeras recomendaciones de lecturas, observando mis primeros pasos en la escritura. Hoy, la distancia existente en muchos sentidos no empaña en modo alguno aquel recuerdo. Tampoco puedo olvidar a otras personas significativas para mí como Nilo Palenzuela, Miguel Martinón, Carlos Brito o Rafael Fernández Hernández, aunque sé que me olvido de algún nombre. Recuerdo también que conocí siendo estudiante a Mario Domínguez Parra, para mí uno de los mejores traductores que hay a día de hoy en España. Ni puedo omitir que crecí junto a Juan Báez, nos formamos juntos en la tan mágica como extraña Facultad de Filología del Campus de Guajara, un joven narrador. De lo mejor en este rubro en las islas.

"No me gusta hablar de esas nacionalidades literarias, que muchas veces coartan la sensibilidad, entre otras cosas"

Llevo viviendo en México hace casi 6 años. Puedo decir que el mar de Candelaria, un pequeño pueblo pesquero, que en la memoria podría extraviarse para algunos, se hace presencia en mi vida y en mi escritura. Mi memoria comienza a estar llena de fantasmas, de huecos, pero ese paisaje asociado a la memoria de mi madre ya fallecida muchas veces me salva, pues considero ese mar como una forma del dolor que no necesita ser nombrado. El paisaje que pienso está alejado de coordenadas míticas, pues como bien ha estudiado Javier Maderuelo el paisaje es algo que ha experimentado cambios en la historia de los conceptos. Así pues, pensar el mar como el lugar del origen es algo agotado, fosilizado. El mar está asociado en mí a un ámbito lleno de heridas, de sangre, de dolor. Si de recuerdos se trata, y toda entrevista es un lugar provisional para la memoria, el mar se me enreda en mis recuerdos y mis versos con las manos ásperas, con muñones, con el esfuerzo grabado de los viejos pescadores candelarieros.   

- ¿Qué papel ha jugado la literatura en su formación cultural? Teniendo en cuenta que lleva desde 2013 residiendo en México, ¿qué influencia ha tenido la poesía canaria y la mexicana en su escritura?

Y la alemana también es importante para mí, si en esas estamos. Pero más allá de nacionalismos literarios, me gusta pensar en grandes maestros con los que dialogamos. Trato de seguir las enseñanzas de alguien tan actual en muchos sentidos como es Quevedo: “escucho con los ojos a los muertos”, y a los vivos también añadiría. Recuerdo la cara de extrañeza de mis profesores en Salamanca y Berlín cuando les hablaba de Pedro García Cabrera o Emeterio Gutiérrez Albelo. Muchos no los conocían y otros lo habían escuchado nombrar, porque alguna vez había pasado por allí Sánchez Robayna. Y también gracias a Carmen Ruiz Barrionuevo, con la que hablábamos muchas veces acerca de los escritores canarios, además de los cubanos y venezolanos.

No me gusta hablar de esas nacionalidades literarias, que muchas veces coartan la sensibilidad, entre otras cosas. Pero te voy a poner un ejemplo de lo que quiero decir. En 2016, fui a Perú a impartir varios seminarios y talleres. Uno era de poesía canaria. El día que me tocó hablar de La esperanza me mantiene, recuerdo que tuve que interrumpir varias veces la clase por la emoción de los participantes. Las condiciones de la posguerra, la memorización textificadora de la palabra del otro que busca y no llega su enunciación definitiva, concordaba según me dijeron con muchas partes de su propia historia. Algún alumno recordaba el relato de su madre que le contaba la pérdida del padre a manos de Sendero Luminoso. Me impresionaba que estas distancias históricas, políticas, también de sensibilidades culturales se podían sortear gracias a que entre todos se había generado un espacio para una especie de emoción diferida.

La poeta mexicana Coral Bracho es un ejemplo humano y poético para mí, además de ser a mi parecer la mejor poeta de México en este momento. Sin embargo, lo que me impresiona de ella es que ya no podemos pensar la lengua española sin su escritura y lo que ella le ha aportado para enriquecerla. Su presencia en mi obra es natural, porque nace de un diálogo con una poética que considero de primer nivel de exigencia y en muchos sentidos ejemplar. Tampoco puedo pensar mi escritura sin los grandes nombres mexicanos como Gorostiza, Paz o David Huerta, por citar a unos pocos nombres. Pero creo que nadie puede olvidarse de ellos, si escribe en español. Así como te puedo decir que poetas mexicanos actuales como Jair Cortés, Marlene Zertuche, Marco Antonio Murillo, América Femat o Maricela Guerrero los considero más cercanos a mí que otros españoles que no me dicen nada. Algunos poetas canarios como Goretti Ramírez, Iván Cabrera Cartaya o Alba Sabina los siento muy cercanos, pero no por ser canarios, sino por ser poetas que están aportando una diferencia, una forma distinta de pararse ante la realidad por medio del lenguaje.

"El paisaje que pienso está alejado de coordenadas míticas, pues como bien ha estudiado Javier Maderuelo el paisaje es algo que ha experimentado cambios en la historia de los conceptos"

No quería que la respuesta fuera un cúmulo de nombres, pero prefiero considerar la escritura como aquello que nos acerca a los demás. Quien escribe no puede dejar de buscar caminos hacia las personas.

- Háblenos de la experiencia como traductor del alemán ¿Cuándo inició el aprendizaje de la lengua de tantos poetas y filósofos? ¿Qué ha significado la práctica de otro idioma para su trayectoria como escritor?


Mi formación alemana viene de la niñez, de los recuerdos y las historias que me contaron los niños con los que jugaba en las playas de Tenerife. Recuerdo ahora un momento de mi niñez, en el que iba a ese sur insular y escuchaba a mucha gente hablando de distintas formas. Le preguntaba a mi madre, qué les pasaba en la boca que no hablaban en español. Y recuerdo a mi madre haciendo un esfuerzo por explicarme los principios de la diversidad de lenguas. Por supuesto, un día llegamos a un hotel a pasar las vacaciones, y allí conocí a Hans, a Johanna y a su familia. Eran alemanes. Obviamente, no nos entendíamos mediante la lengua, si acaso nos comunicábamos mediante el escaso inglés que los tres niños podríamos conocer en ese entonces. Pero sobre todo había la complicidad mezclada de la ingenuidad de los niños. Fueron de las mejores vacaciones de mi infancia. Borges manifestaba que estaba orgulloso de conocer la lengua alemana, porque la había aprendido solo. Sin entrar a discutir sobre la verosimilitud de esta declaración, que no deja de tener visos de la mitomanía que envuelve al autor argentino, lo cierto es que eso me recordaba lo que le dije a Hans y a Johanna aquel día que nos despedimos: “algún día aprenderé tu lengua y podremos hablar juntos otra vez”.

Todo esto se unió a que parte de mi familia y amigos viven en la Suiza alemana, y que conforme aumentaba en mis lecturas fui descubriendo a aquellos autores más cercanos a mi sensibilidad. La mayoría de esos nombres eran alemanes o escribían en alemán: Hölderlin, Novalis y sobre todo Kafka. Cuando empecé a estudiar alemán, mi profesor tuvo la extravagante idea de presentarme los textos de Kafka y Celan en el original. 16 años tendría entonces, y decidí que aprendería esa lengua llena de poetas y de pensadores para leerlos en el original. Especialmente Paul Celan, a quien considero el más grande de los poetas. La infancia y la poesía tomaban forma, se hermanaban en la decisión de un joven nacido en una isla y que ya sabía que viajaría mucho por tierras germanas, como finalmente terminó ocurriendo.

Para responderte acerca de la importancia de la traducción en un poeta, no quiero caer en un tratado sobre traductología. Sirva sólo que no entiendo a ciertos poetas españoles que se ufanaron alguna vez de no haber aprendido un idioma otro, o que no les interesaba leer a diferentes poetas en su lengua original. Esto es algo extraño para mí, porque se pierden la oportunidad de escuchar otras voces, otros tonos y ritmos. Además, esos poetas te dan una oportunidad única. No sólo se trata de aprender los giros, las particularidades que proyectan las poéticas, las vidas de esos poetas en la lengua alemana, en este caso. También, en el desafío que supone, traer esas escrituras a nuestra lengua, te exigen también un conocimiento de tu lengua, te dan una ocasión única para rastrear las posibilidades de tu propio idioma. Por esta razón, además de que son unos excelentes poetas, nombres como los inmensos Paul Celan o Friederike Mayröcker, así como la joven y magnífica poeta Ulrike Almut Sandig, a quienes he traducido, son escritores a los que estoy profundamente agradecido, porque me han dado la posibilidad de aprender más de mi propia voz, de mi escritura.

-El campo de investigación en Neuroartes se encuentra en un momento de auge a nivel internacional, ¿cómo llegó a una disciplina científica tan enigmática y con tanto futuro para el avance de las humanidades en un siglo marcado por las nuevas tecnologías?

El Instituto de Neuroartes, fundado y dirigido por Luc Delannoy, ofrece un nuevo paradigma para entendernos y relacionarnos con eso que llamamos realidad. Se pone en duda la idea de una realidad material inalterada e inalterable que nos es impuesta. Se aprovechan las aportaciones más vanguardistas de la neurociencia, combinándolas con un profundo estudio de lo que algunas escuelas filosóficas orientales saben acerca del cuerpo y la conciencia. La biología y la mecánica cuántica vienen a ser, asimismo, las disciplinas sobre las que se asienta este enfoque novedoso, que ha venido para explicar cómo se relacionan a nivel cuántico nuestro cerebro, el sistema nervioso, nuestras corporalidades que a través de las expresiones artísticas coadyuvan a entender cómo nuestra conciencia construye mundos. Este paradigma nos permite modificar nuestra espacialidad en la forma en la que, a nivel de escritura en mi caso, nos entendemos y construimos ese momento de lo material que ya no se puede pensar más como algo inamovible, sino desde una perspectiva postmaterial, en tanto algo dinámico.

En cuanto a su historia, debemos señalar que en las últimas décadas hemos  asistido al auge de los estudios de neurociencia y su utilidad para revitalizar el humanismo, y contemplarlo a la luz de una primera iniciativa: no podemos dejar por más tiempo fuera de nuestro foco de interés el estudio de lo que le pasa a nuestro cerebro, a nuestra conciencia en el momento de crear una obra de arte, en el momento en el que reconfiguramos las coordenadas perceptivas de una obra, a través de cuyo proceso perceptivo nos transformamos -y nos creamos y recreamos- también nosotros.
https://atlanticohoy.com/wp-content/uploads/migrate/posts/standard/2019/4/21/19/7G6JQBGIKXTTHI5DN32RXRCAHJEW6QLA/SPIBQ16Q63773THD.jpg

El eminente pensador y científico chileno Francisco Varela habló de neurofenomenología para darle un nombre a sus aportaciones en el estudio de la conciencia, en cuyo esfuerzo aunó su conocimiento de biología, neurociencia y fenomenología alemana y francesa. El propio Luc Delannoy fue alumno de Varela, además de serlo también de Derrida y Ricoeur. Luc es miembro de la American Philosophical Association, también de la New York Academy of Sciences y de la Society for Mind Brain Sciences, y no olvidemos que Neuroartes presenta la influencia de Edmond Wright. Todo esto aporta un soporte teórico a Neuroartes que permite entender que eso que ocurre cuando generamos al construir o leer un poema, por ejemplo, produce una extensión de los estados de conciencia, entendemos que los constructos perceptivos que se ponen en acción en la consolidación plástica de la poematicidad son tan dinámicos como las condiciones de nuestra vida. Por eso, Neuroartes se propone humanizar la creatividad al considerar una obra de arte como factor de cambio personal y social.  

Este paradigma de Neuroartes sirve no sólo a los artistas, porque nos permite conocer nuestro cuerpo (incluido el cerebro, naturalmente) y su hacerse en el proceso de confeccionar mundos. También constituye una perspectiva para atender nuestra salud mental, así como una oportunidad para mejorar los enfoques educativos. En mi calidad de Coordinador General de Español de una prestigiosa institución educativa mexicana, estamos implementando la enseñanza del español y sus diversas expresiones literarios con este paradigma donde el arte, la pedagogía, la literatura y la neurociencia de la educación están ofreciendo alternativas a los viejos discursos educativos. En Neuroartes, nos centramos en el estudio de la conciencia y la percepción. Acercarnos al mayor y más profundo conocimiento de esto nos permite entender lo humano desde una perspectiva otra, a partir de la cual se crea las condiciones para un mejor estar. Neuroartes nos ayuda en nuestro esfuerzo por entender en qué consiste estar vivo.