Son las dos vidas de Juan, que entró en contacto con Aldeas Infantiles a los 17 años, después de vivir desde los 5 en casa de sus abuelos maternos, que asumieron su tutela cuando sus padres entraron en prisión acusados de malos tratos hacia él y su hermano.
Cumplimos #70AñosDeImpacto social en todo el mundo.
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Uno de cada diez niños y niñas en el mundo crece sin el cuidado de sus padres. Trabajamos en 136 países ofreciéndoles un entorno seguro y protector hasta que logran integrarse en la sociedad https://t.co/UkkY3XWAPQ pic.twitter.com/tuXuIyPGRy
Su difícil situación fue detectada en el instituto en el que Juan estudiaba 2º de Bachillerato y remitido a los servicios sociales, que determinaron que saliera de la casa de sus abuelos para intentar recomponer su vida en el programa de protección de Aldeas Infantiles.
Así, Juan comenzó a vivir en un piso tutelado, junto con otros 5 chavales y bajo el cuidado de María Rivas, coordinadora de hogar en la Aldea de San Lorenzo de El Escorial, que desde entonces se convirtió en mucho más que una orientadora. "Eso significó un punto de inflexión en mi vida y, desde entonces, no ha hecho más que mejorar".
Nuestro impacto en la vida de las personas.
— Aldeas Infantiles ES (@AldeasEspana) October 30, 2019
De nuestros niños, el 80% se sienten seguros y son felices. Tienen una actitud positiva ante la vida y experimentan un bienestar social y emocional. #70añosDeImpacto https://t.co/WsWxqErM9N pic.twitter.com/Cr17xk0jwt
Han tenido una infancia durísima que en la mayoría de los casos tienden a normalizar. Así, "lo primero que hay que hacer es que distingan lo que está bien de lo que está mal, porque si a ti te han estado pegando durante toda tu vida o han estado abusando de ti, lo das por normal".
Devolver la confianza en los adultos
En Aldeas Infantiles uno de los objetivos más complicados que deben conseguir es romper esa dinámica y devolverles la confianza en los adultos, una confianza que han perdido "porque quien te tenía que proporcionar todo el cariño y todo el amor, te ha fallado", y ésa es precisamente la labor de María.
Juan ha conseguido romper ese "ciclo de abandono" para lo cual -según explica Revilla- hay que sacar al menor del entono familiar y evitar que el patrón se repita. "La mayoría de menores a los que se separa de sus familias es para romper este ciclo y que, cuando tengan una familia, puedan dar todo el cariño y afecto que ellos no han tenido".
"Me estaban proporcionando todo lo que no tenía antes. Y como la relación con mi madre y mi abuela nunca fue buena, siempre he sentido la carencia de una figura femenina que me arropara. Entré en la aldea y ahí estaba María", recuerda Juan, que añade: "cómo vas a estar mal en un sitio en el que te cuidan y te dan un cariño que no has tenido nunca...".
Acompañamientos tras la mayoría de edad
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Juan saldrá de este programa de protección cuando encuentre un trabajo, pero asegura que nunca se desvinculará totalmente. "Me gustaría seguir relacionado con ellos para devolverles mínimamente todo lo que han hecho por mi".