La ‘magia’ del tímido Chano

Luis Padilla nos cuenta este viernes la historia de Chano, a quien no se le recuerda un gesto de raza en sus 293 partidos oficiales como blanquiazul.

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Sebastián Cruzado Fernández, Chano, (Huelva, 1965) ha sido uno de los mejores futbolistas que ha tenido el Tenerife durante su casi centenaria historia. Y también, uno de los más fríos. Jugó 293 partidos oficiales como blanquiazul y no se le recuerda un gesto de raza. Logró 36 goles y no constan celebraciones efusivas. Ni siquiera festejó el tanto que marcó en el 'infierno' del Kariaskakis al Olympiakos griego camino de una nueva gesta en la Copa de la UEFA. Y tampoco el que hizo ante el Real Madrid en el decisivo partido que dejó a los merengues sin título de Liga por segunda vez.

Esa tórrida tarde en la que el Tenerife logró su primera clasificación para la Copa de la UEFA resume el 'estilo Chano': apareció en el corazón del área por sorpresa, recibió un centro desde la banda izquierda de Ezequiel Castillo y firmó un cabezazo imponente que superó la estirada de Paco Buyo. Y mientras el Heliodoro enloquecía, él levantó tímidamente el brazo, frenó su carrera y se dio media vuelta por si algún compañero quería felicitarlo. Le abrazaron todos y a él hasta le dio pudor. “Marco yo ese gol y doy diez vueltas olímpicas a la cancha”, diría después Ángel Cappa. 

El 12 de enero de 1994 tampoco festejó su tanto en Mestalla. Aunque llegara en el último minuto del partido y le diera la clasificación para los cuartos de final de la Copa del Rey a un Tenerife que esa noche olvidó las rotaciones y alineó a su 'once de gala': Manolo; Aguilera, Antonio Mata, César Gómez, Paqui; Chano, Redondo, Castillo, Conte (Felipe, 53’); Dertycia (Llorente, 66’) y Latorre. En esta oportunidad, el centrocampista onubense eligió para eliminar al Valencia de Eloy, Mijatovic y Penev un disparo sutil que cerraba una exquisita combinación con Latorre.  

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Imagen de Chano con el CD Tenerife.

 Y mientras Redondo se le subía a los hombros y gritaba al cielo, Chano cerraba levemente el puño para mostrar que estaba satisfecho (moderadamente satisfecho tan solo) de que su disparo hubiera acabado en la red de González. Y eso que el 'ocho' no era un goleador. Su misión era subir sin descanso por la banda derecha y meter centros al área. Por arriba con una rosca perfecta o por abajo y en profundidad con precisión de cirujano. Raro era el curso que no daba una decena de pases de gol. Y además aportaba un trabajo silencioso que hizo que un técnico como Clemente le llevara a la selección. 

Sin embargo, en aquella eliminatoria de Copa del Rey marcó cuatro de los cinco goles que el Tenerife le hizo al Valencia. Dos en la ida y dos en la vuelta, porque Chano siempre fue un hombre equilibrado. Cuatro días después, el Tenerife empataba en el Heliodoro un partido en el que merecía golear al Athletic. Entonces, ya con el tiempo cumplido, Chano lanzó de forma magistral una falta directa, colocó el balón en la escuadra de Juanjo Valencia y le dio la victoria al Tenerife. Y mientras el Heliodoro volvía a enloquecer, algunos juran que vieron a Chano esbozar una ligera sonrisa.  

Pero no hay pruebas.