
Pescado salado y jareas de Canarias: Atlántico y sol para el punto de "cocción"
Sostienen nuestros mayores –que de estas cosas saben– que jarea viene de airear, de ‘jairear... jarear’… el pescado al sol de nuestras costas y al aire salino atlántico. En Canarias, el “pescado salado” ha sostenido un antorchado de nutrición sabrosa y sana que aún pervive y que era luz de hogares y guachinches; la jarea, el “top” como bocado confeccionado por las condiciones idóneas de nuestro clima.
“Cada vez es más inusual encontrar jareas en esos guachinches de Dios y del diablo –apuntaba hace años el recordado periodista y escritor José H. Chela–. Y no digamos en los restaurantes de lujo y de moda de estos territorios insulares. Lo normal es que si mentas el nombre del material, el propietario y el cocinero no sepan, siquiera, de qué les estás hablando”.
Pescados (samas, viejas, salemas…) se preparan y, ya sin vísceras, se secan a las condiciones idóneas de sol y del “spray” marino durante unos días.
Acerca del término 'jarea', algunos investigadores se decantan por la procedencia de la palabra amazighe, “ghar”, frente a los que dicen que es influencia andaluza o de los “roncotes” (pescadores conejeros).
Cada localidad canaria tiene su personalidad en lo que a esta especialidad se refiere, pero Lanzarote y Fuerteventura proporcionan una espléndida medida de lo que es la jarea, de la que en casos puntuales los herreños también pueden presumir.