Víctor Yanes

Opinión

Una novelita Lumpen

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Yo me enamoré de Bianca como un padre invadido por los mil brazos de la ternura. La ternura del lector, bajo el efecto de atracción que ejerce el conmovedor magnetismo de Roberto Bolaño, porque Bolaño es inmortal, pareciendo que su muerte prematura en 2003 hubiese constituido una mera anécdota. “Una novelita Lumpen” no es el barroquismo presunto de “Los detectives salvajes”, es una pequeña obra de 151 páginas, directa y dinámica, un libro que se lee rápido, una historia breve pero expansiva. 

Bianca y su hermano, son dos adolescentes que pierden a sus padres en un accidente de tráfico y se quedan solos, absolutamente solos en el mundo y en un hogar devastado por la ausencia. Los dos hermanos fluctúan entre el hondísimo desconcierto de un vacío inimaginable y la progresiva desintegración del difuso vínculo que tienen con los más elementales principios morales. Se muestran anestesiados por una poderosa indolencia vital de orientación profundamente pesimista. En este contexto de carencia de un anclaje de sentido práctico, aparecen en escena dos personajes extraños, dos amigos del hermano de Bianca, dos figuras importantes por la relevancia que cobran en el desarrollo de la historia. Son dos chicos algo taciturnos y extremadamente amables, uno es libio y el otro boloñés y sirven de enlace para que Bianca acceda al sórdido mundo de la delincuencia. Se instalan en el hogar de los hermanos huérfanos. La misteriosa pareja de amigos tiene un plan, un plan descabellado que consiste en que la frágil Bianca visite a Maciste, una vieja gloria del fisicoculturismo y del cine, con el único fin de que encuentre una supuesta caja fuerte que guarda en algún recóndito lugar de su mansión.

Bianca es una inocente muchacha que tiene pensamientos recurrentes de ser delincuente o puta y la delincuencia, a la que poco a poco va acercándose, tiene mucho de triste infierno y de confuso extravío. Pero Bianca conoce a Maciste y encuentra en él una compañía de aspecto paternal con la que hace el amor y de la que se enamora y no hay caja fuerte con el tesoro que dé el sentido esperado a su vida y sí una vuelta al principio, a un punto cero tras la muerte terrible de sus padres. Sin amigo boloñés ni amigo libio, sin Maciste, sin deseos de ser puta o delincuente, una probable vuelta a la normalidad después del infierno.

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