El primer 'casi' ascenso

Luis Padilla nos recuerda este jueves el 'casi' ascenso del CD Tenerife en la temporada 73/74

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Luis Padilla nos recuerda este jueves, en el periódico digital Atlántico Hoy, el 'casi' ascenso del CD Tenerife en la temporada 73/74.

“El Tenerife no sube porque no quiere”. Mediados los años setenta, en la Isla hizo fortuna una creencia que 'explicaba' la trayectoria de un equipo que durante meses coqueteaba con el ascenso a Primera División... para quedarse sin premio en las jornadas finales. Y como ocurrió así varios años, aquella convicción ganó adeptos. Una derrota inesperada, una lesión inoportuna, un arbitraje funesto... Las razones eran variadas, pero siempre pasaba algo que dejaba a los blanquiazules sin premio cuando las puertas del paraíso parecían abiertas. Nunca se quedó tan cerca como en la primavera de 1974, cuando aquel grupo dirigido por Dagoberto Moll aspiró a la gloria hasta la penúltima jornada.

Lo hizo tras el habitual verano 'movido': hubo relevo en el palco, donde Domingo Pisaca dejó paso a Cristóbal González Cano para asumir un nuevo tiempo que incluía la apertura de fronteras para la temporada 73-74 tras más de una década de prohibición de contratar futbolistas extranjeros. Más allá del holandés Cruyff (Barcelona), los alemanes Netzer (Madrid) o Hiller (Elche), el francés Dumat (Castellón), el yugoslavo Djoric y la apuesta del Valencia por el austriaco Jara y el francés Keita (nacido en Mali), todos los equipos miraron a Sudamérica. Y en Segunda División, las mínimas excepciones fueron olvidables excepto en el caso del húngaro Nagy (Hércules) o el gambiano Biri Biri (Sevilla).

El Tenerife miró a Uruguay, entonces su país de referencia. De ahí procedían Héctor Núñez –que había dirigido al equipo en los dos cursos previos– y los oriundos Bergara o Caamaño; y de allí vinieron el nuevo entrenador, Dagoberto Moll, y los dos extranjeros permitidos: el interior Ángel Ferrerira y el ariete Pedro Kraus, reconvertido pronto en lateral zurdo ante su falta de gol. Ese giro convirtió a Pepito Reyes en un mediocentro sobresaliente y propició la explosión de Antonio Cantudo, joven canterano que se quedaría en propiedad con el 'nueve' tras debutar como titular con dos goles al Lérida en Copa del Generalísimo'. Eso sí, algo no cambió: en el 'once-ideal' había dos uruguayos... y nueve canarios.

Nemesio; Lesmes, Molina, Esteban, Kraus; Pepito, Ferreira, Jorge; Medina, Cantudo y Gilberto I formaron un 'equipo-base' en el que tuvieron peso el portero Domingo, los defensas Juan Miguel o Lolo, los medios Cabrera, Eduardo y Roberto, el extremo Caamaño... y un interior genial como Mauro, protagonista de dos sucesos inolvidables: la victoria copera ante el Córdoba, con un gol en la prórroga (4-0) que permitía remontar el 3-0 sufrido en El Arcángel... y el penalti inventado ante el Baracaldo, cuando cogió un balón con la mano, se lo colocó al rival en los brazos sin que lo viera el árbitro y reclamó con éxito al colegiado que señalara la pena máxima. Y así llegó a la penúltima jornada a un punto del ascenso.

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Foto jornada 27 de la 73-74

Eso sí, el Tenerife debía ganar en su visita al Sevilla, decimotercero tras un mal curso en el que Biri Biri había marcado cuatro goles en todo el ejercicio. Al Tenerife le hizo tres tantos en poco más de diez minutos, todos al inicio de la segunda parte; y los defensas blanquiazules aún se preguntan “qué le dieron a ese hombre en el descanso, que parecía poseído”. Cerrada la Liga a sólo dos puntos del ascenso, la lógica apostaba por la continuidad... y el Tenerife lo hizo por la revolución: vendió a Cantudo al Sevilla por una 'cifra-récord' de 12 millones de pesetas, dejó a Kraus sin ficha para contratar a un portero extranjero como el paraguayo Alcides Baez y fichó a Perrone y Crispi para 'olvidar' los goles de Cantudo.

Como entre Crispi y Perrone totalizarían ¡cero goles ligueros! como blanquiazules, las consecuencias pueden adivinarse: llegado diciembre de ese año 1974 que pudo ser glorioso, el Tenerife era último en la clasificación de Segunda División y el Heliodoro era un polvorín que se llevaría por delante al portero Báez, al entrenador Moll y al presidente González Cano.