Si me preguntasen cuales de los restaurantes con oferta culinaria asiática en Santa Cruz de Tenerife recomendaría, seguramente el Gato Negro sería uno de ellos.
Ubicado en las Ramblas de la ciudad capitalina, justo al lado de la antigua plaza de toros, no pasa desapercibido el local, quizás sean por sus enormes y luminosas letras o puede ser que por sus dos Maneki-neko (también conocidos como gatos de la fortuna, popular escultura japonesa que, según se dice, trae buena suerte a su dueño.) que te llaman invitándote a entrar y degustar una maravillosa puesta en escena con sabores de otro continente.
Este espacio, el tercero del chef mexicano Armando Saldanha, reúne los requisitos indispensables para que sea una velada única, y no sólo por potenciar el concepto #hoysecomeenlabarra, entre sus 12 largos asientos, una opción que tiene el comensal para disfrutar de una manera diferente y divertida la elaboración de sus platos, y comerlos en un lugar poco habitual en los restaurantes, sino también por su horario, prácticamente nocturno (de miércoles a sábado de 20:00 a 23:30) salvo los domingos (13:00 a 16:00) que incita a una experiencia sensorial y visual.
Y es que Armando Saldanha no es el típico chef, él nos ha acostumbrado a sorprendernos con sus propuestas, y en esta ocasión, la fusión gastronómica de Japón, Tailandia y China harán que no quieras terminar tus platos.
La cuarta vez que piso El Gato Negro y para mí ya es como un ritual pedir algunos platos que no pueden faltar en mi menú nocturno como el Kakoda de ceviche de atún elaborado con leche de coco, soja, ajo, jengibre, zumo de naranja y limón, simplemente para ir abriendo el apetito, para continuar sin más dilación con unos mejillones gratinados con mahonesa de kimuchi.
Mi tercer plato fetiche son los Bao buns, un pecado llamado mollete que envuelve un relleno en texturas suaves y esponjosas, una técnica asiática que en un lugar de estar horneado, se cuece en la tradicional vaporera asiática.
¿El mejor? Sin duda el de shiitake y huevos de cordoniz.
Lo que más me gustó:
- Sin lugar a dudas, comer en la barra, para mi no existe otra opción
- La eficacia y el trato de Patricia
- Su carta es variada pero concisa
- Los Bao buns de Shiitake son un must have a pedir siempre
- No es muy grande y te sientes muy bien acogida
- Opción de comer con palillos
- El ambiente lleno de gatitos
- El postre de pastel de coco al vapor (una delicia)
Para finalizar te propongo cuatro alternativas, para los amantes de la carne, el pato lacado con puré de batata y jengibre o Satay de pollo y para opciones vegetarianas están las gyozas de verduras o el Bibimbap con shiitake, espinacas, zanahorias, huevo y vegetales.
Y como colofón final, el momento que por lo menos yo siempre espero cuando voy a comer fuera de casa, el postre. Y he de decir que la oferta de dulce no deja indiferente a nadie, su perfecto pastel de coco al vapor es para mí la mejor opción, pero también una suculenta pannacotta de mango y lima kaffir no puede faltar.
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