El ‘efecto’ Puskas

El Tenerife 58-59, de nuevo con José Espada en el banquillo, llevaba su trayectoria habitual como visitante: contaba sus tres partidos por derrotas.

Guardar

Featured Image 6057
Featured Image 6057

El Tenerife 58-59, de nuevo con José Espada en el banquillo, llevaba su trayectoria habitual como visitante: contaba sus tres partidos por derrotas. Y aún no había marcado un gol. En su último encuentro, ante el Levante en el viejo campo de Vallejo, cayó (1-0) por culpa de uno de los habituales disparates del técnico, que había colocado a Julito de lateral derecho. Y claro, el que aún hoy es el máximo goleador del CD Tenerife de todos los tiempos (112 tantos en partidos oficiales), demostró que lo suyo no era jugar de dos. El domingo siguiente tocaba enfrentamiento frente al Badajoz en El Vivero y, como siempre ocurría en estos casos, el equipo permanecía una semana en la Península. Eso sí, esta vez la espera tenía un atractivo añadido: la disputa de un amistoso en el mismísimo Santiago Bernabéu ante el Real Madrid. Bueno, ante los suplentes del Real Madrid.

Esos ‘bolos’ los organizaba el Madrid periódicamente para que los no titulares mantuvieran ritmo competitivo en un tiempo en el que no se habían inventado las rotaciones y el calendario estaba menos cargado que en la actualidad. Además, ese curso los choques amistosos tenían la misión añadida de poner en forma a Ferenc Puskas, que ya tenía 31 años, pesaba casi cien kilos y acababa de fichar por el equipo blanco tras casi dos años de inactividad. Y que le tenía alergia a los entrenamientos. Julito y Antonio marcaron para el Tenerife, aunque el Madrid –que en la delantera formó con Mateos, Joseíto, Villa, Puskas y Segurola– se impuso por 3-2 gracias a dos trallazos de Puskas, quien tres días después repetiría doblete, esta vez en partido de Primera División ante el Zaragoza. Y formando parte de una delantera mítica: Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento.

Aquel 19 de octubre de 1958, a la misma hora a la que el Madrid despachaba al Zaragoza en el Bernabéu, el Tenerife jugaba en Badajoz. Y lo hacía picado por Espada, quien le había indicado a los delanteros que tiraran más a puerta, incluso desde lejos. Y les había instado a aprender de aquel ‘gordito’ que les había marcado dos goles un par de días antes. “Puskas pesa más de cien kilos y casi no se puede mover, pero sabe chutar a portería mejor que ustedes”, les dijo. Y luego alineó a: Santi; Tosco, Miranda, Felipe; Villar, Padrón; Tomás, Julito, Antonio, Mon y Antó. Al cuarto de hora, Antonio demostró que habían aprendido la lección: recibió un centro de Tomás y, desde fuera del área, golpeó el balón sin pararlo para marcar el 0-1. La alegría no duró mucho: antes del descanso, Adelardo Rodríguez, que luego haría historia en el Atlético de Madrid, empató al recoger un rechace de Santi.

Image

Julito y Antonio en una foto de la época. | ACAN

Sin embargo, las palabras de España no cayeron en saco roto y, a diez minutos del final, Julito marcó el gol de la victoria definitiva (1-2) al aprovechar una dejada de Tomás y lanzar un durísimo disparo por alto. De esa forma, como respuesta a la provocación de su entrenador y con dos disparos “a lo Puskas”, el Tenerife obtuvo la primera victoria del curso como visitante, se encaramó a la tercera plaza y estuvo coqueteando con el ascenso durante todo el curso. Al final no obtuvo el premio de la Primera División, pero demostró que de aquellos amistosos en el Bernabéu se podían sacar enseñanzas provechosas.