El adiós de Quico Cabrera

Veinte meses después de las elecciones que dieron la presidencia al tándem compuesto por Víctor Pérez Ascanio y Quico Cabrera, el pacto se rompió definitivamente.

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Veinte meses después de las elecciones que dieron la presidencia al tándem compuesto por Víctor Pérez Ascanio y Quico Cabrera, el pacto se rompió definitivamente. Lo hizo el 5 de octubre de 2004, cuando el entonces vicepresidente José Francisco Cabrera Acosta (1951-2008) confirmó su marcha en Radio Club Tenerife, emisora que había dado a conocer el contenido de una carta, entregada dos semanas antes a Pérez Ascanio, en la que Cabrera renunciaba a sus cargos “con carácter indeclinable”. La marcha de Quico Cabrera fue la puntilla para un consejo de administración que ya hacía aguas por todas partes.

Un dato: la marcha de Cabrera suponía la quinta renuncia entre sus once miembros originales en menos de dos años. Un par de meses más tarde, diciembre de 2004, el fallecimiento de Javier Pérez recordó el daño moral que le hizo aquel grupo con cada vez menos elementos y capacidad de gestión. La deriva condujo en diciembre de 2005 a la huida desesperada de sus miembros, con Pérez Ascanio a la cabeza, tras una derrota (1-2) ante el Ferrol en un Heliodoro desierto. Aunque lo cierto es que la desconfianza entre ambas planchas electorales fue constante y la descoordinación lastró siempre el funcionamiento del club durante su mandato.

Presentada ya su renuncia a Pérez Ascanio, Cabrera oficializó públicamente su adiós en cuanto encontró la ocasión de “hacer el menor daño posible al Tenerife”. Fue con la liga ya iniciada y con el equipo dirigido por Pepe Moré situado en la séptima plaza. Tras su marcha, encadenó cinco jornadas sin ganar y se complicó tanto la situación que el técnico fue destituido. Cabrera reconocería meses más tarde que se fue “porque ya no podía más, porque el Tenerife estaba pudiendo con mi salud y porque sentía que tenía más enemigos dentro que fuera de la entidad”. Además, en esos días se desmembraba el Club Voleibol Tenerife, club que había creado en 1981.

Eterno presidente del entonces conocido como Tenerife Marichal, Cabrera veía en peligro la continuidad de un conjunto que la primavera anterior, al habitual doblete doméstico (Liga y Copa de la Reina) había unido la conquista de la Liga de Campeones, el mayor logro obtenido jamás por el deporte tinerfeño a nivel de clubes a lo largo de la historia. Tras el éxito llegaron los problemas: en apenas dos meses apuñalaron a Svistina, huyó cobardemente Godina y tuvo que convencer a Carvajal o Visser para que se quedaran. “Se acumuló el trabajo y, además, en el Tenerife no disfrutaba porque las dos planchas nunca estuvimos unidas”, apuntó.

“Había demasiados gallos en el gallinero”, resumió Quico, quien una vez alejado del mundo del fútbol tuvo un comportamiento ejemplar hacia los que fueron sus compañeros. Y dedicó palabras de cariño a Pérez Ascanio (“un optimista antropológico, que siempre te convencía de que todo iba bien”), Fernando Díaz Llanos, Julián Santos o Nicolás Pérez. Además, reconoció que, justo antes de las elecciones, tuvo una oferta de personas cercanas a Javier Pérez para unir ambas planchas y ser designado él como presidente. No la aceptó “para no tener que ir por la calle escondiéndome por haber roto mi palabra”.

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Pérez Ascanio junto a Quico Cabrera en la Ciudad Deportiva. | ACAN

Tras abandonar el Tenerife y antes de que un cáncer se lo llevara para siempre, Cabrera aún vio como su CV Tenerife conquistaba otra media docena de títulos nacionales. No bastaron para que, en vida de Cabrera, le concedieran a su equipo el Premio Canarias de Deportes. Tras su fallecimiento, el Ayuntamiento de Santa Cruz dio su nombre al Palacio Municipal de Deportes.