Cuando se habla de soberanía energética, por eso de vivir en un país tan polarizado como España, siempre se enfoca el tema hacia una discusión política. Sin embargo, en Canarias, estos días hemos vivido en primera persona un problema que delimita fronteras entre el primer mundo y el resto: el apagón de Endesa en La Gomera no tiene un pase y nos encasilla en una categoría por debajo de la media del primer mundo.
No es de recibo que la mitad de los generadores de Endesa en las Islas haya superado su vida útil en 2020 y no tiene un pase que si la compañía energética hubiera invertido el 1% del beneficio que obtuvo el año pasado los componentes que fallaron en La Gomera se podrían haber renovado. La dejadez de la compañía, en manos de capital italiano tras los procesos de privatización comandados por el PSOE y el PP a finales del siglo pasado desde La Moncloa, convierte a Canarias en una región de segunda división.
Canarias, para Endesa, es sólo una pieza más en un mercado que le ofrece generosos beneficios y en el que disfruta de una posición de dominio. Es, a fin de cuentas, un simple detalle en su cuenta de resultados. Frente a la postura de la empresa, en las Islas toca hacer causa común para combatir este problema estratégico. Los planes para solucionar este problema no pueden quedar en palabrería. Administraciones públicas, patronales, cámaras de comercio, agentes sociales, medios… Todos debemos actuar de la mano para revertir esta situación. Hay que exigir a la compañía, aquí y en Italia, una hoja de ruta clara de inversión y con garantías de su ejecución