Santiago Negrín

Opinión

De cañas, tapas y mociones...

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Como no había mucho que hacer en la trastienda del Circo, los monos estaban ya aplatanados y los leones con el rabo entre las piernas, el Circo del Congreso de Los Diputados se entretiene entre ayer y hoy con un juguete democrático y altamente productivo: una moción de censura planteada por VOX, contra el Presi Sánchez.Además, teniendo en cuenta que estamos super felices, planeando el tenderete del próximo fin de semana y el modelo de mascarilla que vamos a lucir para la ocasión, antes de que nos impongan el Toque de Queda, pues la moción de censura está guay. Para los diputados y asesores, es una buena excusa para quedar con los coleguitas del Congreso, y echar unas tapas después por Madrid. Así por los menos, con dinero de todos, reactivamos un poco cafeterías y bares de la capital del Reino.De hecho, para tener algunos eurillos más en el bolsillo para la “arrancadilla” el PSOE y Podemos, habían elevado una propuesta para subir el sueldo a sus Señorías. Luego rectificaron y lo dejaron sobre la barra, pero alguien tuvo que proponerlo a ver si colaba, y desde luego no fue Tato El Coneja, que a su edad no ha ido ni a Madrid.Pase lo que pase con esta comedia bufa (o sea, nada...), lo que ha quedado rotundamente claro, es el olor a estercolero de la política española, con una radicalización izquierda – derecha, que me recuerda a otras oscuras épocas de este país. Santiago Abascal le pegó con la chola a Pedro Sánchez a base de un discurso de emperador romano, lleno eslóganes patrióticos (algunas veces rancios) y con el pulgar hacia arriba o hacia abajo, perdonando la vida, o decretando ejecución.Con un PP totalmente atenazado, entre trinchera y trinchera y recibiendo de un lado y de otro, Sánchez exhibió su mejor (o peor) versión de lo que es: un presidente capaz de decir que algo es blanco, para pasar a afirmar que es negro, si le viene bien, y después farfullar que es morado, sin inmutarse.Siempre muy seguro de sí mismo, como si no fuera con él la cosa. Porque en el fondo tiene, como el más ladino jugador de póker, una carta en la manga que pone en el reverso que la verdad le resbala. Jugando así, con las cartas marcadas, es difícil perder la mano, y si me apuran, hasta la partida.