Sensu, la quintaesencia de la culinaria japonesa

A los conceptos de Maguro y Kazán (una estrella Michelín), se incorpora este espacio del ideólogo gastronómico Francisco Relea. Equilibrio culinario y arquitectónico se funden aquí

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Claro que mejor experimentar “in situ”. Pero no está de más secuenciar apreciaciones en estos esbozos literarios y encuadres fotógraficos de Óscar León. Francisco Relea, como sólido ideólogo gastronómico que es, alcanza con este espacio gourmet la quintaesencia de un concepto de base, el de la cocina japonesa, en el que ya sabe lo que es aquilatar la estrella Michelín. Puestos a repensar, tras la experiencia: ¿es Sensu el hermano pequeño de Maguro o Kazan? El comensal tendrá la respuesta cuando traspase el portal de la armonía.

Existen proyectos en la mente de mujeres y hombres que trascienden y en estas líneas se da el caso. Valga de primeras que conocí a un Francisco Relea entusiasta –y gran conocedor- de la cocina oriental, de la japonesa para más señas, cuando estaba dirigiendo los primeros compases de Maguro, un concepto que irrumpió en la capital tinerfeña como mano de santo en estas mañas culinarias.

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Valga también referir en estos prolegómenos, y que la anécdota quede para la historia, que el médico-restaurador me había solicitado entonces 20 minutos de espera: ¿la razón? Él mismo debía recoger en Los Rodeos una gran pieza de atún. Da pistas de aquellos comienzos.

De ahí a la escalada que hoy posiciona a Maguro-Kazan (*)-Sensu en la senda de los Kabuki de Ricardo Sanz, pongamos por ejemplo. Bien estará afirmarlo cuando los grandes críticos gastronómicos, caso de José Carlos Capel o Carlos Maribona, elogian en sus blogs y redes sociales el extracto más depurado de uno de los “visionarios” gastronómicos de Canarias.

Ante mí se presenta la fachada de Sensu: madera, juego de iluminación, equilibrio,… En una ocasión me explicaron el juego casi inexplicable de estructuras y cálculos que fundamentaban todo el soporte de la gran nave diseñada por Moneo de la Bodega de Arínzano, Chivite, donde descansan las barricas.

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En cierto modo el espectacular logro me vino a la mente tras adentrarme en el espacio culinario, la barra del sushiman, la decoración (dirigida por Relea al igual que la selección de vajillas, los elementos de abanicos traídos de Japón, la disposición de una bodega prodigiosa,…).

Toda esta ocupación –más que preocupación, que también ronda siempre a este hiperactivo empresario- se refrenda en la propuesta actual de los tres embajadores culinarios. Claro está, hoy nos ceñimos a Sensu. Dirá el lector a estas alturas: ¡aquí solo hay elogios! Sí, sin duda.

Si he podido experimentar este extracto de sensaciones, no puedo por menos que transmitirlo como es… toro con cebolleta, caviar de Beluga y chicharrón de algas (este, en particular, absoluta marea baja gustativa). La bienvenida con credenciales propias: aquí no hay réplicas de unos u otros, ni de los supuestamente “hermanos mayores” santacruceros.

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Relea, que maneja con maestría lo que llega a la mesa para extraer el máximo rendimiento gustativo, indica con indicios de una cierta “melancolía” que “¡ya está bien de asistir a la copia insistente de líneas de trabajo en el concepto japonés que nos toca desarrollar; aquí (en Sensu) se cocina esto –señalando al espléndido usuzukuri de carabinero (corte fino del crustáceo, miso, chili y jugo de sus cabezas)-“.

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Usuzukuri de carabinero | Óscar León

“Nosotros aquí –recalca- miramos siempre hacia adelante”. Las “moléculas” aromáticas, las del frescor del carabinero, se pueden intuir, también anteriormente las del usuzukuri hotate (vieira a la andaluza) y posteriormente, para cerrar los cortes finos,esa muestra de ventresca de (atún) toro con sal de miso y aguacate. 

Óscar León, que ya se había prodigado para obtener detalles de un interiorismo que invita a la calma, se concentra ahora en extraer la máxima expresividad visual al tataki de atún con yuzu kosho y cilantro. “Se acaban los productos”, comenta Relea. “No lo digo en plan tremendista, sino por la obligación de ser totalmente realistas; es por eso que en nuestra forma de concebir lo que pretendemos aquí es indispensable esgrimir la sensatez; atesorar las raíces, preservar la pureza”.

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Óscar León afina en una de las imágenes | Francisco Belín

Aprovechando el símil antes comentado de la bodega de Chivite, se me presenta otra vez ese prodigio de arquitectura por el que toneladas de material descansan en un pivote que, diríase a simple vista, no sería capaz de sostener una simple copa de vino. Una gyoza (empanadilla tradicional nipona) de cerdo y verduras concretaría quizá ese mismo símil de una cocina con consistencia que resulta “softly” por donde se mire.

Sin olvidarme de aquella ráfaga potente del chicharrón de algas del principio -¡qué bueno!-, déjenme saltar un instante la secuencia para apuntar lo que, para un servidor, supuso otro de los prodigios gustativos de la velada: el yakitori(brocheta) de pollo y sus diferentes partes con salsa tare y cebolleta. Probablemente el summum de la placidez, que define ese punto de equilibrio en la finura y las persistencias.

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Yakitori de pollo | Óscar León

Tartar de atún picante; nigiris de carne Gyu con chimichurri; toro (atún); uramaki de lomo alto de simmental, zanahoria en tempura… Perfume para las papilas gustativas, que se dejan dejan llevar por las dosis justas de esencias. De verdad, y disculpen, que algún lector habrá dicho aquello de “que eso del pescado crudo no me hace gracia”. Por supuesto, respetable, pero la incursión hacia la excelencia cultural tiene aquí renglón aparte… 

He conocido a personas que desde la primera se atrevieron con los palillos y no dejaron ya de experimentar con estas especialidades. 

El pato a la parrilla(kamo umeboshi) con salsade ciruelas, pan mantou y pepino encurtido ofrece lo más singular del ave en este desfile de una propuesta distinta y distintiva. Por si acaso, el notario que “da fe” se presenta en el formato del buta niku (presa ibérica a la parrilla con salsa yakiniku y shiso).

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Antes de la línea dulce –aunque en un japonés ésta suele ser de detalle más que de argumentos sólidos- salimos un momento a los jardines del Bahía del Duque; Sensu da opción de entrada diáfana desde fuera y desde el interior del hotel. Cuenco de sake y libreta juntos para sacar mi tradicional foto de los apuntes.

Mil capas. Al final del reportaje me quedaba esperando el postre, que quería dejar para este apartado. Quisiera antes de dejar reflejado el sentido del título principal: el deleite emocional, tan relevante como para apostillar que comer no es solo comer o nutrirse. Un sashimi de frutos rojos, sopa de beterrada y yuzu, y helado de soja y arroz tostado de verdad que puede recrear en el comensal un carrusel de matices indefinibles, pero ese mil capas de crepes con crema de manzana acredita una asociación de delicadezas que, al menos, podrán intuirse en la fotografía de esa composición repostera que salta a la vista. Con razón, hablando de armonías arquitectónicas habíamos empezado.

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