Hace menos de un mes, el pabellón de ExpoCoruña de la ciudad gallega ebullía con las múltiples actividades de un congreso, el Fórum Gastronómico que presenta otros matices quizá más de territorio pero abiertas sus puertas, de par en par, a las particularidades del mundo de la culinaria, la profesión de sala, el producto –cada vez más afianzado el de entorno y cercanía- y la tecnología en las panzas de las cocinas.
Tiene su asunto la eclosión de Tenerife, también la de Lanzarote –y eso contagia al resto de las islas, seguro-, porque para hablar de estas evidencias ha de haber unas zapatas la estructura en la que se establece la cascada de reconocimientos culinarios. Tenerife, escoltada por Lanzarote y con el germen creciendo en la comunidad autónoma, ha puesto un nivel a partir del que no caben concesiones a la improvisación: toca ya gestionar un momento dulce –y ganado a pulso-.
El mismo Bossecker hizo tándem con Sacha Hormaechea para desplegar un monográfico del pescado y se presenta como uno de esos cocineros canarios que están articulando lenguajes y expresividad en géneros, como por ejemplo el patudo, que hunde las raíces en un territorio.
Ahí está la generación de jóvenes cocineros que tomaron lo mejor de una pléyade de uniformados de blanco que abrieron el camino y que hoy militan, muchos de ellos, en las cocinas de los grandes hoteles de Tenerife.