José María Cabrera

Opinión

Los Roques de Anaga

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Bajando por la carretera de Taganana, una vez pasamos el túnel del Bailadero, también conocido como “el Túnel del Tiempo” porque es habitual entrar en él en medio de un día soleado y salir por el otro lado sumergido en la más espesa niebla, en el punto kilométrico 2, existe un mirador desde donde contemplar una espectacular vista de la costa norte de Tenerife, desde las crestas que circundan el Barranco de Afur hasta los imponentes Roques de Anaga.

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Los Roques de Anaga son los restos de dos conos volcánicos. La erosión ha hecho que sus laderas, formadas por materiales más ligeros hayan desaparecido, dejando únicamente las chimeneas centrales, que es por donde salió en su día el magma. Ambos roques están considerados como unos de los elementos naturales más emblemáticos de la isla de Tenerife, están catalogados como Zona Especial de Protección para las aves que anidan en ellos y sus alrededores e integrados a su vez en el Parque Rural de Anaga.

El conjunto está compuesto por dos islotes, el Roque de Tierra y el Roque de Dentro, aunque el de Tierra, que es el más espectacular, está unido a la orilla por una fina lengua de arena que se puede observar en marea baja y nos permite llegar a él a pie, no sin algo de dificultad, pues el camino se halla salpicado de grandes rocas y la arena se queda a escasos centímetros de la superficie.

Sus caras norte están permanentemente azotadas por el oleaje, mientras que la cara sur del Roque de Tierra, forma con la costa una especie de ensenada, normalmente en calma, en cuya orilla podemos encontrar restos de moluscos que existieron en otras épocas, cuando las condiciones climáticas de la zona eran distintas.

El Roque de Fuera se halla a 1,5 kilómetros de la orilla, es más pequeño y alargado, su silueta está compuesta por dos elevaciones separadas unos pocos metros entre sí, que se asemejan al lomo de un enorme monstruo marino. Bajo el nivel del mar, se trata de una gran columna basáltica que asciende casi vertical desde las profundidades, en él anidan colonias de gaviotas, petreles, paíños y pardelas, su vegetación es escasa, formada por flora típicamente basal.

En cambio, aparte de la espectacularidad del Roque de Tierra, su mayor atractivo se halla en su cara oculta, solo visible desde el mar, pues en lo alto de una pared casi vertical que lo recorre prácticamente de arriba a abajo, hay una gran cantidad de dragos, aparte de algunos acebuches y sabinas, y ocultos entre sus grietas dos endemismos, un caracol de tierra exclusivo del roque, el Hemicycla bidentalis inaccesibilis y una subespecie del lagarto tizón, denominado Gallotia gallotia insulanagae. Sus nombres dan idea de porqué siguen ambas especies conservándose.


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