Fran Belín

Opinión

Oasis en La Gomera frente a espejismos del coronavirus

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BLOG CON CÚRCUMA


Si miramos atrás, hacia aquellos aciagos 13-14 de marzo en los que se cocinaba y terminó materializándose el Estado de Alarma a causa de la pandemia del coronavirus, podríamos asegurar que ni para mayo intuíamos soluciones a tanto descalabro junto. Para todos los sectores, incluidos los del eje gastronomía-turismo-sector primario.

Si se estaba labrando ya un ‘gusto’ por la sostenibilidad y la solidaridad (ambiental pero también económica y social), el o la Covid-19, que no me las apaño con el artículo, se encargó de dar al traste con cualquier estrategia o tendencia ante un panorama inaudito.

Han sido días, semanas de curvas variopintas, de espejismos, de todo tipo de gráficos y ejes de coordenadas en los que también se dibujaba nuestro propio estado de ánimo. De la euforia y la precipitación a la machacada (reinvención) para salvar los muebles, reinvención que yo mismo sustituí por adaptación en un anterior artículo de este blog.

Ante la sencilla pregunta ¿cómo nos vamos a tomar una caña y una tapa simplemente? desfilaron ingenios, desinfectantes a spray, mamparas, reducción drástica de mesas, ayudas zombies a la hostelería, chistes sobre cómo servir al comensal, sistemas delivery, congresos (miles) a través de las redes,… Acorde a esos estados de ánimo sacábamos en los grupos de wasap nuestra mejor botella de vino o nuestro gran estreno como reposteros pero siempre latente esa otra sensación casi tan manida como la de reinvención: la incertidumbre.

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Con esa pesada mochila al hombro, con la curva de la evolución a modo de visera hacia la “nueva normalidad” (que es como dar un giro de 360 grados, ya me entienden) voy y me veo en el telediario la estampa de un restaurante de los de siempre en La Gomera, terruño que lucía desde este lunes 4 la Fase 1 de la desescalada junto a El Hierro y La Graciosa.

Eso es, nuestra querida Isla Colombina para toda España. Mesura en las distancias, comensales felices, copas de vino en la mesa en las que se adivinaban ya despachadas las bandejas de pescado fresco,… Si aquel establecimiento en su terraza estaba al 50 por ciento, cómo sería entonces a pleno pulmón.

Tranquilidad y mesura, repito, y brindis a los televidentes quizá perplejos de semejante nivel de normalidad (normalidad de la de antes sin entrecomillar). Al menos un oasis momentáneo y plácido frente a tantos sinsabores.

Instantes si especulaciones ni futurismos; sin curvas o mamparas, ni pasajes apocalípticos de la restauración y el turismo,… Todo se transfiguraba en la escena apacible de los gomeros disfrutando de un día ‘normal’. Así que los agoreros, los especialistas, los expertos,… que para eso están, podían pararse un momento y asentir: con toda la precaución, por supuesto, se intuía en el testimonio de aquel telediario un marco que también puede reproducirse en las 8 islas, a su tiempo, esta particularidad gastronómica tan nuestra.

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¡Ese brindis con un buen gomerón! | atlanticohoy

Y sonreí otra vez con el vídeo que circula por wasap, ese del paisano que luce su caña y unos montaditos y exclama pícaro… “¿quién cuenta chistes de gomeros ahora?”. ¡Que el humor no se pierda!

Francisco Belín