–¡Pero, que está haciendo usted cristiana!
Doña Josefa zafa un aspaviento, sigue con los chasquiditos de la boca y exclama– ¡¡dogge!! Luego, todavía atosigada, coge su pañuelito de bordado palmero y se lo pasa coqueta por los labios.
–Estoy ensayando las uvas de mañana, mijito, que es que siempre se me terminan atrabancando en el gaznate. Y eso da mala suerte, que si no acabas el cucurucho...
–¿La qué?
–Nada, mujer de Dios, que usted debe elegir para mañana una uva menudita, de las de racimos prietos, que el mismísimo Agustín García Farrais le puede aconsejar.
–¡Ay qué guapo y simpático, y qué preparado está ese buenmozo!
–Pues sí, él le indica, que si mejor listán, negramoll, baboso,...
–Eso último se lo llamaba mucho mi Celedonio a su hermano Jacinto.
–¡Ño! Doña Josefa, que ésa da vino sabroso. A lo que vamos. Si se me enyuga así con la uva, al final va a tener usted que despedir 2019 con cucharadas de lentejas, como hacen los italianos,... y, como manda allí la tradición, con ropa interior roja... ¿No queríamos también Papá Noel?
–¡Quite p’allá, jandorro!– esboza Doña Josefa el gesto de aruñar todo lo que se menea– ¡qué lentejas, ni que ocho cuartos; que tienen hollejo igual, y tocino! ¿Y dónde se vio una faja de color rojo, Virgen de la Candelaria?
–Bueh, vale, que Feliz año, Doña Josefa.