Fran Belín

Opinión

"Coleccionistas" de restaurantes

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BLOG CON CÚRCUMA

Que nadie en particular se vea reflejado. Lo dejo muy claro. Me quedo tranquilo con este dato para mí importante porque esto es una abstracción veraniega y es que quizá algunos que lean esta brizna de letras pudieran a lo mejor verse retratados. Va a ser que no.

Como suele decirse, y si es así, es que posiblemente puedan haber caído en la cuenta de que practican lo que avanza ya de primeras el título. Por cierto, que lo que voy a desarrollar, sin ninguna trascendencia metafísica no crean, ni es particularidad perniciosa ni nada de eso. Es tan sólo puntualizar acerca de ciertas 'puestas en escena'peculiares y tozudas de aquellos que se empeñan en determinadas prácticas de autopromoción acerca de sus míticas y místicas visitas a espacios culinarios -ya me entienden- y que a un servidor simplemente no le hacen gracia. Sin más.

Pues por eso esto no pretende ser un ensayo sesudo al respecto. Una persona encantadora, con la que coincidí hace poco, me relataba las anécdotas jugosas de alguuien que removía cielo y tierra para sumar a su colección de cassettes. Las hazañas para conseguir tales adminículos electrónicos podían llegar a ser hilarantes por el supuesto empeño -pasara lo que pasase- de conseguir a toda costa modelos descatalogados, destartalados, descascarillados,...

Personalmente es verdad que nunca me llamó la atención coleccionar objetos -en la infancia una cajita de minerales o más talludo camisetas de rugby que pronto comencé a regalar para quedarme con las más prácticas-. Aún así podría imaginar a aquella persona triunfante tras el hallazgo de un diseño vintage de seiko de los 70 brindando con un macetón de cerveza.helada. Magnífico.

Luego, podemos hacer el ejercicio de atisbarlo colocando el objeto con cuidado y devoción entre otros inanimados. Fantástico ya digo. Los conocemos: aglutinan relojes, plumas, corbatas, sellos o monedas, bufandas de equipos,... ¿Y los que coleccionan restaurantes?

¡Porqué no! me convenzo. Si están conmigo, muchos de esos 'retratos' de coleccionistas que conocemos por amigos y amigas nos ofrecen cierto matiz de 'recato' (por lo general). Es decir, que si llegas a animarlos -insisto en que por lo general- te acercan a su "santuario" para que admires piezas que ni soñarías. Interesante visión que nos lleva a personas que acuden a restaurantes, que disfrutan, que buscan sensaciones y experiencias nuevas, que aquilatan y crecen en la percepción de aromas y sabores, en técnicas,... Que reparan saludablemente en ello. Admiran al cocinero, al proyecto, a la gente de la sala sin tener que ir hacia el infinito y más allá...

Guardan para sí esas sensaciones y de acuerdo que en la dinámica de las redes sociales colocan una foto y una breve descripción. Posiblemente más por el deseo de subrayar algo que llamó mucho la atención que por la porfía del "¡yo estuve aquí!". Al final te encuentras a algunos-as, como todo en la viña del señor -e insisto que para nada censurable pero sí molesto- que te pillan por banda y te sueltan un 'panegírico' de "pasé por aquí, y allá y luego otra vez para el otro lado, y que bla bla bla....".

Por tanto, me quedo con ese otro coleccionista de restaurantes, con el 'calladito la boca'; con el que transmite aspectos enriquecedores y cuando llega el caso; ese que, como en el otro del ejemplo, tras mucha insistencia  y no de él o ella termina enseñándote los pequeños tesoros reunidos a lo largo de esas peculiares andanzass personales jalonadas de tantas emociones.

¿Qué conclusión o moraleja desplegar acerca de ciertos 'coleccionistas de restaurantes'? Al igual que en contraste al que hace pompa y boato de sus 'joyas' está el-la que prefiere guardar ese brillo y lustre para su cofre más personal. Claro que sabemos distinguir unos de otros.