BLOG CON CÚRCUMA
El ser humano dio un salto cualitativo en su evolución cuando no sólo se dedicó a cazar sino que también aprendió a ser recolector de cosechas. La observación, como en todos los campos del saber, hizo que el ser humano diferenciara pronto –salvo en situaciones de subsistencia- qué le convenía o no nutricionalmente.
En la mitología griega y romana, plasmada en esculturas, la belleza del cuerpo, de sus formas y contornos fue cultivada hasta extremos inverosímiles en artistas que dejaron huella perenne con anatomías seductoras. Quizá esa belleza, en muchos de los casos, respondiera a un misticismo exento de la realidad de seres que, además de cultivar sus cuerpos, debían nutrirse de forma idónea como complemento al esculpir de hermosos rasgos corporales (Eros, Afrodita, Venus, Adonis, Hércules,...).
Giuseppe Arcimboldo (1527-1593) fue un pintor italiano conocido, sobre todo, por sus representaciones manieristas del rostro y el cuerpo humano a partir de flores, frutas, plantas, animales u objetos; esto es, pintaba representaciones de estos objetos en el lienzo, colocados de tal manera que todo el conjunto tenía una semejanza reconocible con el sujeto retratado.
Los nutricionistas, endocrinos y especialistas en el cuerpo (por dentro y por fuera) han conseguido la piedra angular para que cada cual, con sus condiciones y características, no sólo persista en costumbres razonables y sanas a la hora de concebir la nutrición cotidiana, sino que además ésta reporte satisfacción y, porqué no, un físico “agradable”.
Muchos chefs de la alta cocina defienden un tipo de restauración sana y basada en la materia prima de temporada y en plaza. Es por ello que los grandes chefs contemporáneos abogan por incorporar cada vez más preparaciones en las que manden las propiedades de los géneros y que la mano del cocinero no varíe su riqueza nutricional.
Paco Roncero, uno de los grandes de la escena de grandes cocineros, titular del Casino de Madrid (dos estrellas Michelín) lucía una figura más bien “hermosota”. Al menos, y de eso hace años, era evidente cuando visitó Tenerife para un encuentro Tricontinental, en 2007.
Ya va para un manojo de años, cuando el cocinero decidió desprenderse del lastre corporal. Fue un fenómeno en su día porque de estar orondo pasó a ser corredor de maratón y en todas las entrevistas insiste en que no le costó especialmente “quemar” unos 35 kilos.
Precisamente, muchas de los detalles de su ingesta y comida preferida, cuando llega a casa después de derrochar energía en sus quehaceres en los fogones, y para mantenerse en ese peso idóneo, se pueden encontrar en el libro “Correr, cocinar y ser feliz”.
Sólo anclar el concepto básico: si se trata de casos de obesidad, la presencia del dietista es incuestionable para guiar; si hay que remendar sólo unos kilitos, cabe, en primer lugar, estar decidido a hacerlo; en segunda instancia, comer de todo (poquito), con moderación y con ajustes razonables en la dieta diaria.