Por ello, Jorge Valdano decidió viajar dos días antes hasta Asturias. Así que el viernes 29 de mayo de 1992, tras el entrenamiento matutino en el Heliodoro y la posterior rueda de prensa del técnico, los jugadores se prepararon para coger la guagua que les debía llevar hasta el Aeropuerto del Sur. Mientras, ante los informadores, el entrenador blanquiazul dejaba claro que sólo existía el partido ante el Sporting y que no querían depender de tropezones ajenos como el del Deportivo, que entonces peleaba por la permanencia. “Es difícil que ellos ganen los dos partidos que quedan, pero sólo me interesa sumar el punto que necesitamos y hacerlo con vocación atacante, con nuestro estilo”. Así, tras analizar el juego del Sporting, anunciaba ya el once titular, en el que iba a entrar Julio Llorente en el lugar del sancionado Antonio Mata. Y de resto, el 'equipo de gala'.
Además, de forma apresurada, pues probablemente los jugadores ya estuvieran esperando en la guagua, recalcaba que no le interesaba para nada el morbo que pudiera tener la última jornada si el Madrid no aseguraba antes el título. “La palabra Real Madrid está prohibida”, sentenciaba. Y ante una nueva pregunta de los informadores, “la última, por favor, que me están esperando”, ésta sobre el posible fichaje del alemán Andreas Brehme, replicaba rápido: “No nos interesa. Y ya no hablo más de nombres propios. Del Madrid me ocupo la próxima semana y de los nombres propios dentro de diez días, cuando acabe la competición”. Y dicho esto salía a toda prisa entre disculpas –“lo siento, pero están esperando por mí”– para subirse a… A ningún sitio, porque la guagua aún no había llegado. Al principio, Valdano se tomó el retraso con humor. “Bueno, esta vez no pago multa”, dijo.
“El tiempo empieza a contar cuando llega la guagua, por lo que yo no he llegado tarde”, seguía bromeando con la plantilla. Luego, empezaron los nervios. Y después, las urgencias para conseguir ¡nueve taxis! en los que viajaron los 16 convocados, los técnicos y auxiliares… y los cientos de kilos de material. La broma le costó al club 50.000 pesetas de las de entonces. La guagua nunca apareció, pero, al menos, la expedición llegó a tiempo al avión. Y dos días después, en El Molínón, el Tenerife sumó el empate (1-1, con gol de Quique Estebaranz) que le daba la permanencia.